En la sociedad actual, estamos expuestos a una gran cantidad de estímulos, información y opciones que nos hacen sentir que tenemos el control de nuestras vidas. Sin embargo, esta sensación de libertad puede ser engañosa, ya que detrás de ella se esconden mecanismos que nos condicionan y limitan nuestra capacidad de decisión: información sesgada, fakenews, publicidad engañosa,… Si no tenemos cuidado y somos críticos, la cultura de lo inmediato en una sociedad orientada cada vez más al consumo y menos a la propiedad (sociedad como servicio) puede poner en riesgo nuestra capacidad de elección, nuestra libertad. 

Que entendemos por «la cultura de lo inmediato» 

La cultura de lo inmediato se refiere a la tendencia a buscar la satisfacción inmediata de nuestros deseos, sin tener en cuenta las consecuencias a largo plazo y, sobre todo, limitando la capacidad de crítica y comparación de las diferentes opciones. Esta cultura se ve favorecida por el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, que nos permiten acceder a una gran cantidad de información, entretenimiento y servicios en cualquier momento y lugar. Sin embargo, esta facilidad también tiene un coste, ya que nos hace más dependientes de los dispositivos, las plataformas y las redes que los proveen y esa inmediatez merma la capacidad de análisis y critica que deberíamos de ejercer cada vez que vamos a tomar una decisión. Esta inmediatez, nos hace más vulnerables a la manipulación, la desinformación y la distracción, que pueden afectar nuestra capacidad crítica, nuestra atención y nuestra memoria. 

La cultura de lo inmediato también nos hace más impacientes, ansiosos y superficiales, ya que nos acostumbramos a obtener resultados rápidos y fáciles, sin esforzarnos ni profundizar. Esto puede tener un impacto negativo en nuestra salud mental, nuestra educación y nuestro desarrollo personal. Asimismo, puede afectar nuestra relación con los demás, ya que nos hace más individualistas, egocéntricos y menos empáticos, al priorizar nuestros intereses y necesidades sobre los de los demás. Pero también puede afectar a nuestras capacidades profesionales, a nuestra habilidad para, con determinación y paciencia, alcanzar determinadas metas.

Que entendemos por «el consumo como servicio» 

El consumo como servicio se refiere al modelo de negocio que consiste en ofrecer el acceso a un producto o servicio, en lugar de su propiedad. Este modelo se basa en la idea de que los consumidores prefieren pagar por el uso de un bien o servicio, en vez de comprarlo y mantenerlo. Algunos ejemplos de este modelo son las plataformas de streaming, las aplicaciones de movilidad, los servicios de suscripción y los alquileres de corta duración. 

El consumo como servicio tiene algunas ventajas, como la reducción de costes, la flexibilidad, la personalización y la sostenibilidad. Sin embargo, también tiene algunos inconvenientes, como la pérdida de control, la dependencia, la desigualdad y la desposesión. Al consumir como servicio, los consumidores renuncian a su derecho de propiedad, de modificación y de reparación de los bienes y servicios que utilizan. Además, se vuelven más dependientes de los proveedores, que pueden cambiar las condiciones, los precios y la calidad de los servicios en cualquier momento. Por otro lado, el consumo como servicio puede generar desigualdad, ya que beneficia a los que pueden acceder a los servicios, pero excluye a los que no pueden. Esto es especialmente relevante en momentos de crisis. Finalmente, el consumo como servicio puede provocar una sensación de desposesión, ya que los consumidores pierden el vínculo afectivo y simbólico con los bienes y servicios que usan. 

Estos dos elementos tan visibles en nuestro modelo de sociedad actual, la cultura de lo inmediato y el consumo como servicio, pueden implicar una pérdida de soberanía de los individuos y de la sociedad. Estos fenómenos nos hacen más dependientes, vulnerables, impacientes y superficiales, al tiempo que nos alejan de nuestros valores, nuestros proyectos y nuestros vínculos. Por ello, es necesario que tomemos conciencia de los efectos que tienen en nuestra vida y que busquemos formas de recuperar nuestra soberanía, mediante el ejercicio de nuestra capacidad crítica, nuestra responsabilidad y nuestra solidaridad. 

Pero, ¿Cómo podemos combatir estas dos realidades? Para combatir la cultura de lo inmediato y el consumo como servicio, es necesario que adoptemos una actitud más reflexiva, crítica y consciente sobre nuestro modo de vida. ¿Y que podemos hacer? 

  • Ser crítico con el sistema económico y social que nos impone estas formas de consumo, y buscar alternativas más justas, solidarias y sostenibles. 
  • Aprender a valorar el tiempo, el esfuerzo y el trabajo que hay detrás de cada producto o servicio, y reconocer su verdadero valor, más allá del precio. 
  • Fomentar hábitos de consumo responsable, que se basen en nuestras necesidades reales y no en nuestros deseos impulsivos. Evitar el consumismo, el desperdicio y la obsolescencia programada. 
  • Cultivar la paciencia, la perseverancia y la profundidad, frente a la rapidez, la facilidad y la superficialidad. Desarrollar nuestra capacidad de atención, concentración y memoria, y evitar las distracciones y la multitarea. 
  • Recuperar nuestra soberanía sobre los bienes y servicios que usamos, ejerciendo nuestro derecho a la propiedad, la modificación y la reparación en aquello que consideremos relevante. Apoyar la economía circular, el reciclaje y la reutilización. 
  • Crear y fortalecer nuestros vínculos afectivos y simbólicos con los objetos y las personas que nos rodean, y no tratarlos como meros medios o recursos. Respetar y cuidar nuestro entorno natural y social. 

Estas son algunas sugerencias que podrían ayudarnos a resistir y transformar la cultura de lo inmediato y el consumo como servicio, pero seguramente hay muchas otras que podríamos explorar e implementar. Lo importante es que seamos conscientes de los efectos que tienen estos fenómenos en nuestra vida, y que actuemos en consecuencia. Solo así podremos recuperar nuestra soberanía y nuestro sentido de la vida, limitando la influencia que nuestro entorno puede ejercer sobre nosotros.

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