El día a día puede ser una montaña rusa de estrés y toma decisiones. Entre el aluvión de reuniones, tareas, interrupciones constantes y la omnipresencia de los dispositivos electrónicos, encontrar un momento para desconectar puede parecer una tarea casi imposible. Sin embargo, es fundamental que cada uno de nosotros encuentre una manera de desconectar temporalmente de esta vorágine diaria, sin tener que esperar a las tan deseadas vacaciones,, no solo para preservar nuestra salud mental, sino también para mantenernos productivos y equilibrados.
En mi experiencia personal, y por lo que hablo con otros compañeros de profesión es algo que se repite: la desconexión no siempre es fácil de lograr. Recuerdo cómo incluso al salir de vacaciones, me costaba dejar atrás todas las dinámicas diarias. La primera semana era especialmente difícil, llena de pensamientos que me ataban a esa día a día, revisando temas pendientes, correos y revisitando decisiones. Era como si mi mente necesitara un tiempo para desenredarse de la rutina diaria antes de poder disfrutar realmente del descanso.
Con el tiempo, empecé a descubrir que no necesitaba esperar a las vacaciones para desconectar. Al realizar pequeños cambios en mi día a día, comencé a encontrar maneras más efectivas de desconectar, incluso sin tener largos períodos vacacionales. Por ejemplo, los fines de semana se convirtieron en mi espacio para romper con la rutina: salir del entorno geográfico habitual, modificar mis horarios de sueño y mis hábitos alimenticios, y cambiar mis actividades diarias, se convirtieron en estrategias clave para ayudarme en esa desconexión. En mi caso, un pequeño cambio de paisaje, como pasar el fin de semana en un lugar diferente, en un habitación distinta a la habitual o simplemente cambiar las rutinas de desayuno o de ocio, me ayudan para aliviar la presión acumulada durante la semana. Al hacer estos pequeños ajustes, descubrí que cuando llegaba el momento de tomarme un período vacacional más largo, ya no necesitaba tanto tiempo para desconectar y podía disfrutar de ese descanso mucho más rápido, desde prácticamente el primer dia.
Es crucial entender que lo que funciona para uno no necesariamente funcionará para todos, y no es fácil dar con ese interruptor que te funciona. Cada individuo somos diferentes, con necesidades y preferencias únicas. Algunos encuentran alivio en la música, otros en la lectura, el deporte, y algunos, como yo, encuentran esa desconexión al realizar tareas simples y repetitivas que no requieren mucha atención como construir algún set de LEGO. Lo importante es experimentar con diferentes métodos hasta encontrar lo que realmente nos ayuda a desconectar del ajetreo diario.
No debemos esperar hasta las vacaciones para buscar esa desconexión tan necesaria. Incorporar pequeñas pausas, cambios de rutina y momentos de placer a lo largo de la semana puede evitar que lleguemos al agotamiento total, lo que podemos llamar «neurona apagada«. Al encontrar nuestra propia manera de desconectar regularmente, no solo protegemos nuestra salud mental, sino que también mejoramos nuestra calidad de vida y nuestra capacidad para enfrentar los desafíos laborales con energía renovada.
En resumen, cada uno de nosotros debe encontrar su propia fórmula para desconectar y recargar, y no dejar que el estrés del día a día nos consuma. Al final, estos pequeños momentos de desconexión pueden ser la clave para mantenernos sanos, felices y productivos, sin importar cuán caótico pueda ser nuestro día a día.
Y tú ¿cómo desconectas?