A lo largo de nuestra vida profesional, nos encontramos ante la búsqueda constante del equilibrio entre lo profesional y lo personal. Normalmente, al principio de nuestra vida laboral, solemos primar más lo profesional (al menos en mi caso) con el objetivo de poder escalar/progresar, y a medida que vamos cumpliendo objetivos profesionales (o vamos acumulando decepciones, según el caso), los objetivos personales van cobrando más peso. En esa búsqueda constante del equilibrio y la satisfacción personal, creo firmemente que uno de los aspectos más importantes en la vida de un individuo es como desarrollamos nuestra relación con el trabajo.
A lo largo de los años esa relación, en mi caso concreto, se ha ido centrando en tres aspectos concretos que determinan el grado de satisfacción y motivación profesional: la naturaleza del trabajo en si mismo, la relación con el entorno-compañeros y, por supuesto no vamos a ser «naif», la remuneración (quien diga que esta parte no es un elemento fundamental, directamente miente, y conscientemente hablo de remuneración y no salario porque la remuneración material puede ir más allá del “simple” salario). Para mi, a la hora de tomar decisiones en el contexto profesional, el concepto del «triángulo de la motivación» me ofrece una perspectiva clara y directa sobre cómo puedo evaluar mi situación profesional y tomar decisiones que mejore, al menos suponga un cambio, mi calidad de vida. En este artículo quiero aportar mi pequeño granito de arena sobre como cada uno de estos elementos puede influir y cual es su importancia a la hora de mantener la motivación en el ámbito profesional.
- El trabajo: Pasión y propósito. La primera cara del triángulo se centra en el trabajo en sí mismo, la propia naturaleza de lo que hacemos y las funciones que desempeñamos. Para mi es esencial que las tareas que realizamos diariamente, y el objetivo para el cual realizamos estas tareas, nos resulten interesantes y desafiantes. Cuando encontramos pasión en nuestro trabajo, somos capaces de dedicar tiempo y esfuerzo con una actitud positiva, lo que genera un sentido de propósito y realización personal. El trabajo se convierte así en una fuente de energía y motivación intrínseca. El culmen de este enfoque son aquellos profesionales que consideran el trabajo como uno más de sus hobbies, difícil, pero como decimos por mi tierra “habelos hainos”. Sin embargo, no siempre es fácil encontrar un empleo que se alinee a la perfección con nuestras pasiones y habilidades. Bueno, seamos honestos, es realmente complicado. En muchos casos, desarrollamos una relación de amor-odio con nuestras responsabilidades profesionales. En estos momentos, es crucial evaluar si los desafíos y oportunidades de crecimiento personal que ofrece nuestro trabajo son suficientes para mantenernos motivados a largo plazo.
- Los compañeros: Apoyo y colaboración. La segunda cara del triángulo está representada por los compañeros de trabajo, el ambiente laboral en el que nos movemos. Un entorno laboral positivo, donde prevalecen la colaboración, el apoyo y el respeto mutuo, puede suponer una gran diferencia en nuestra motivación y bienestar. Los compañeros de trabajo no solo son colaboradores, sino también una fuente de apoyo emocional y social. Establecer relaciones laborales saludables y productivas puede mejorar significativamente nuestra experiencia en el trabajo. Hay que pensar que, como poco, nos vamos a pasar 1/3 de nuestra semana en ese ambiente, con lo que es una parte muy importante de nuestra vida. Un buen equipo de trabajo fomenta la comunicación abierta, el intercambio de ideas, así como el reconocimiento y respeto mutuo. Estos elementos son esenciales para crear un ambiente laboral en el que nos sintamos valorados y motivados. La falta de cohesión o conflictos constantes pueden generar un ambiente hostil que afecte negativamente nuestra motivación y productividad (soberbia, egos, egoismo, individualimo,…son un reflejo de un ámbito laboral nada saludable).
- El dinero: Seguridad y reconocimiento. La tercera cara del triángulo, pero no la menos importante, es la remuneración, un factor clave en la motivación laboral (en este contexto, hay que tener muy en cuenta «los factores motivacionales de Herzberg«, sin olvidarnos de la «piramide de Maslow«). El dinero no solo nos proporciona la seguridad económica necesaria para vivir, sino que también es una forma de reconocimiento y valoración de nuestro esfuerzo y dedicación. Un salario justo y competitivo, acorde con nuestras funciones (esto es importante no olvidarlo), puede aumentar significativamente nuestra satisfacción en el trabajo y mejorar nuestra calidad de vida. No obstante, es importante recordar que el dinero por sí solo no puede comprar la felicidad ni la realización personal. Puede ser un motivador poderoso a corto plazo, pero la falta de interés en el trabajo o un entorno laboral tóxico pueden contrarrestar rápidamente los beneficios de un buen salario. Por lo tanto, es fundamental equilibrar la remuneración con otros factores motivacionales para lograr una satisfacción duradera.
Para estar verdaderamente motivados en el trabajo, es ideal que estemos satisfechos con las tres caras del triángulo de la motivación, encontrar un equilibrio. Sin embargo, en la práctica, esto no siempre es posible. En mi caso, es suficiente con sentirme confortable y contento con al menos dos de estos aspectos para mantenerme motivado y comprometido con mi trabajo y, aunque pueda extrañar a alguno, el trabajo en si mismo y el entorno, para mi, son las piezas más relevantes de ese triangulo y las que siempre han primado a la hora de tomar una decisión.
La situación se vuelve crítica cuando fallan dos o incluso las tres caras del triángulo. En estos casos, es una señal clara de que hemos llegado a un punto en el que es necesario considerar, si es posible, un cambio de aires. Continuar en un entorno laboral que no nos proporciona satisfacción en ninguno de los tres aspectos principales puede tener consecuencias negativas para nuestra salud mental, emocional e incluso fisica, así como pueden ser un gran lastre para nuestro desarrollo profesional. Decidir cambiar de aires profesionales no es una tarea fácil y debe ser considerada con detenimiento. Es importante evaluar nuestras prioridades y necesidades personales y profesionales. Si nos encontramos en una situación donde dos o más de los tres pilares están fallando, debemos reflexionar sobre nuestras opciones y considerar la posibilidad de buscar nuevas oportunidades que se alineen mejor con nuestros valores y objetivos. El proceso de búsqueda de cambio profesional puede ser desafiante, pero también es una oportunidad para redefinir nuestras metas y encontrar un entorno laboral más satisfactorio. Es fundamental mantener una actitud positiva y proactiva durante esta transición, ya que el cambio puede ser una oportunidad para crecer y mejorar tanto personal como profesionalmente.
En mi caso, el triángulo de la motivación me ha ofrecido una herramienta muy valiosa para evaluar mi situación profesional y me ha ayudado a tomar decisiones informadas y muy reflexionadas sobre mi futuro profesional. Siempre que he tenido que sopesar situaciones laborales, he tenido en cuenta cada uno de los tres pilares. Mantener un equilibrio entre el trabajo, la remuneración y las relaciones laborales es esencial para mi satisfacción y bienestar a largo plazo. En cada momento clave, siempre he partido de la reflexión asociada a que dos o más de estos aspectos no están funcionando, no me son lo suficientemente gratificantes o directamente son dañinos. Llegado ese punto siempre ha sido el momento de considerar un cambio y buscar nuevas oportunidades que me permitieran alcanzar mis objetivos y seguir el lema que me ha guiado durante buena parte de mi carrera profesional «la felicidad es el camino, no el destino: Carpe Diem, vive el momento«.
Estos son mis pilares, que no tienen que ser los mismos que los tuyos. Lo importante es conocer y tener en cuenta que es lo que realmente te motiva a ti y actuar en consecuencia.