Uno de los grandes frenos para desarrollar el potencial de las personas y las organizaciones es una mentalidad rígida y unidimensional. Una de las frases más representativas de esa problemática es «Quién solo sabe usar un martillo ve todo clavos«. Esta expresión se atribuye al psicólogo Abraham Maslow, quien la usó para criticar la tendencia de algunos profesionales a aplicar la misma solución a problemas diferentes, sin tener en cuenta el contexto y las particularidades de cada caso.
Esa expresión («Quién solo sabe usar un martillo ve todo clavos«) se atribuye al psicólogo Abraham Maslow, quien la usó para criticar la tendencia de algunos profesionales a aplicar la misma solución a problemas diferentes, sin tener en cuenta el contexto y las particularidades de cada caso. La frase, que se ha convertido en un refrán popular, refleja una actitud mental que puede tener consecuencias negativas tanto a nivel individual como colectivo. ¿Porque este enfoque puede penalizar la diversidad, la colaboración y el cambio en las organizaciones?, ¿que podemos hacer para superarlo?
El martillo y los clavos: una metáfora de la rigidez mental
Cuando alguien solo sabe usar un martillo, se cierra a la posibilidad de explorar otras herramientas que podrían ser más adecuadas para resolver los problemas que se le presentan. Se aferra a lo que conoce y domina, y rechaza lo que le resulta desconocido o diferente. Así, se limita su capacidad de aprendizaje, de adaptación y de creatividad.
Esta rigidez mental se puede manifestar de varias formas, como por ejemplo:
- La resistencia al cambio: oposición a cualquier modificación en el entorno, en los hábitos o en las creencias, aferrándose al statu quo.
- La falta de apertura: no mostrar interés ni curiosidad por otras perspectivas, opiniones o experiencias, lo que desemboca en un cierre al diálogo y al feedback.
- La sobreestimación de uno mismo: creencia de superioridad ante los demás, y despreciar o ignorar las aportaciones o los conocimientos de otras personas.
- La simplificación excesiva: reducir la complejidad de la realidad a esquemas preconcebidos, y evitar el análisis crítico y la reflexión profunda.
Las consecuencias de la rigidez mental en las organizaciones
La rigidez mental no solo afecta a las personas, sino también a las organizaciones en las que estas se desenvuelven. Cuando una organización está compuesta por personas que solo saben usar un martillo, se pierde la oportunidad de aprovechar la diversidad, la colaboración y el cambio como fuentes de innovación y mejora.
Algunas de las consecuencias negativas de la rigidez mental en las organizaciones son:
- La pérdida de competitividad: la organización se queda atrás en el mercado, al no ser capaz de adaptarse a las demandas y expectativas de los clientes, ni de ofrecer productos o servicios diferenciados y de calidad.
- La desmotivación del talento: la organización no consigue atraer ni retener a las personas con potencial, al no ofrecerles un entorno estimulante, participativo y flexible, donde puedan desarrollar sus capacidades y contribuir al éxito colectivo.
- El conflicto interno: la organización sufre tensiones y fricciones entre sus miembros, al no fomentar la comunicación, el respeto y la confianza, ni reconocer el valor de la diversidad de perfiles, roles y funciones.
- La falta de aprendizaje: la organización no genera ni comparte conocimiento, al no incentivar la experimentación, el feedback y la mejora continua, ni crea espacios de intercambio y colaboración entre las profesionales de los distintos equipos.
Estas consecuencias, adaptadas, también se pueden extrapolar a una sociedad o un entorno profesional, no son exclusivas de las organizaciones.
Cómo superar la rigidez mental y fomentar la innovación
Para evitar caer en la trampa del martillo y los clavos, es necesario desarrollar una mentalidad más flexible y abierta, que permita aprovechar el potencial de la diversidad, la colaboración y el cambio en las organizaciones. Algunas de las claves para lograrlo son:
- La curiosidad: se trata de mostrar interés y disposición por aprender cosas nuevas, por explorar otras posibilidades y por conocer otras realidades. La curiosidad implica cuestionar los propios supuestos, buscar información y evidencias, y estar atento a las oportunidades de mejora.
- La humildad: se trata de reconocer los propios límites y errores, y de aceptar la ayuda y el consejo de los demás. La humildad implica valorar el conocimiento y la experiencia de otras personas, y estar dispuesto a compartir y a aprender de ellas.
- La flexibilidad: se trata de adaptarse a las circunstancias cambiantes, y de modificar los planes y las acciones cuando sea necesario. La flexibilidad implica asumir la incertidumbre y el riesgo, y estar preparado para afrontar los desafíos y las oportunidades que surjan.
- La creatividad: se trata de generar ideas originales y útiles, que aporten soluciones a los problemas o que creen valor para los clientes. La creatividad implica combinar y conectar diferentes elementos, y probar y experimentar con distintas alternativas.
En definitiva, la frase «Quién solo sabe usar un martillo ve todo clavos» nos alerta sobre los peligros de la rigidez mental, que puede limitar nuestro desarrollo personal y profesional, y el de las organizaciones en las que participamos. Para superar esta actitud, es necesario cultivar una mentalidad más flexible y abierta, que nos permita aprovechar la diversidad, la colaboración y el cambio como fuentes de innovación y mejora.