Para este articulo, y después de darle algunas vueltas, me voy a centrar, brevemente, en la apasionada discusión sobre los proyectos ágiles y los proyectos predictivos. De forma recurrente podemos escuchar, podríamos decir que hasta el aburrimiento, lo bueno que es hacer proyectos ágiles y lo malo y burocrático que es hacer proyectos al estilo tradicional, más conocidos como predictivos.

Desde siempre he pensado que ni un modelo es tan bueno ni el otro tan malo, simplemente hay que buscar el punto de equilibrio y apostar por aquello que mejor encaja a nuestra realidad/necesidad. Con esta premisa, creo que en todas las organizaciones hay cabida para las dos aproximaciones, todo dependerá el tipo de proyecto que vayamos a abordar:

  • si en mi proyecto no tengo claro el alcance/producto y necesito que mi usuario/cliente esté involucrado en todo momento, apostaré por un proyecto ágil (ejemplo de la mayoría de los proyectos de desarrollo de software),
  • pero si el producto está muy claro, el alcance está perfectamente definido y acotado, apostaré por un proyecto predictivo.

Siempre pongo el ejemplo de que si vas a construir un puente tienes que tener claro todo el diseño antes de empezar a ejecutar, no puedes ir a un modelo de “ti vai facendo” y mientras levantas un pilar decidir con el cliente como quiere seguir.

A la hora de plantearnos qué enfoque aplicar tenemos que tener en cuenta donde tenemos las mayores restricciones. Como podéis ver en la siguiente imagen:

  • Predictivo: el alcance está claramente definido, es prácticamente inamovible, salvo que se aplique un proceso de gestión del cambio, y el coste y el cronograma son estimaciones que tenemos que ir dándole seguimiento para asegurar su cumplimiento.
  • Adaptativo: el alcance es lo que se va ajustando, en base a las necesidades del cliente que participa activamente, en cada “sprint” (usando la terminología SCRUM), mientras que lo que es fijo es el tiempo y el coste que le vamos a dedicar a los ya mencionados “sprint“.

A partir de estas premisas, cada organización debería de buscar la forma de hacer convivir ambos modelos, mediante un acercamiento mixto, y no irse a los extremos. Como ya decía Aristóteles: “La virtud consiste en saber dar con el término medio entre dos extremos, extremos que por ser tales son vicios“. Al final no debemos de perder de vista que todas las metodologías son un medio y no un fin en sí mismas, y tenemos que tener muy claro, como empresa, cuál es nuestro objetivo. Por desgracia, no existe una fórmula mágica (y si alguien os dice que si, desconfiad) ya que cada organización tiene sus peculiaridades y su propia cultura, que van a condicionar cualquier aproximación. Al final, todo se reduce a lo que necesitas para tu empresa, tus empleados y tus clientes, lo que nos guiará hacia la metodología que mejor se adapte a nuestras necesidades.

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